¿Quién sacó la batalla de Qarqar de la Biblia?

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O mejor dicho:
¿por qué los relatores o compiladores del bíblico Libro de los Reyes decidieron no incluir en éste el relato de una de las batallas más grandes, decisivas e importantes de la época?

Corría el siglo IX AEC. La división de los israelitas en dos reinos, Israel en el norte con capital en Samaria, y Judá al sur con capital en Jerusalém, era ya un hecho consumado e irreversible. Pero la dinastía real del reino del norte en esos momentos, la Casa de Omrí, había establecido pactos de alianza con el Reino de Judá y también con el reino fenicio de Tiro.

Las alianzas se sellaron con matrimonios diplomáticos entre las familias reales: Omrí casó a su hijo Acab con la princesa Jezabel, hija del rey de Tiro, y Acab e Jezabel a su vez dieron a su hija Atalía (Ataliáh) en matrimonio al príncipe heredero Joram (Yehorám), hijo de Josafat rey de Judá de la Casa de David.

La alianza tripartita se mantuvo durante todo el reinado de la Casa de Omrí, y trajo consigo un auge económico destacable, entre otras causas por el dominio de los reinos aliados de las rutas comerciales que unían los puertos fenicios sobre el Mediterráneo con el puerto de Eilat sobre el Mar Rojo, y con las rutas de caravanas hacia el oriente.

Ése auge económico, diplomático y comercial trajo consigo también una creciente influencia cultural y religiosa extranjera en los reinos de Judá e Israel, lo cual enardeció a los fervientes defensores del monoteísmo israelita.

Desde el enfoque teológico del Libro de Los Reyes, los reyes de la Casa de Omrí fueron un hato de odiosos pecadores, cuyo summum fue la introducción del culto a los dioses extranjeros Baal y Asherá a manos de Jezabel y su séquito.

Acab (871-851 AEC) fue el rey más poderoso de la dinastía y tal vez el más poderoso de toda la historia del reino del norte.

Los formidables restos arqueológicos de sus construcciones se cuentan hoy entre los sitios arqueológicos más impresionantes de Israel que datan de la época bíblica, entre ellos cabe destacar las ciudades amuralladas de Megido y Hazor (Jatzór) con sus imponentes sistemas hidráulicos y caballerizas reales.

La situación geopolítica no era para nada simple: las dos grandes potencias que competían por la hegemonía global eran Egipto y Asiria, y entre el Reino de Israel y Asiria se encontraban los reinos arameos encabezados por Aram-Damasco.

Los dos grandes desafíos de los israelitas eran hacer frente a la coalición aramea por un lado, y por el otro no ser víctima de la expansión del imperio asirio, que en su expansión hacia el occidente iba engullendo país tras país.

Los arameos tenían dos desafíos parecidos: sus interminables guerras con los israelitas por un lado, y por el otro el peligro inminente de ser anexados al imperio asirio que estaba ya a sus puertas.

Según el relato bíblico (capítulos XVI-XXII de 1Reyes) Acab reinó 22 años durante los cuales se enfrentó en tres cruentas batallas con los arameos, en la última de éstas fue herido de muerte en combate (1Reyes 22).

A esa trágica batalla se presentó reforzado por el ejército de Judá con el rey Josafat –su consuegro– a su frente. Ningún enfrentamiento de Acab con los asirios es mencionado en la biblia.

Hasta aquí la historia de Acab conocida hasta el año 1863.

En el año 1861 el británico John George Taylor descubre en una aldea llamada Kurkh en la provincia de Kurdistán del otrora Imperio Otomano, hoy en día la localidad turca de Üçtepe (también Uchtepe), una estela asiria esculpida en piedra caliza blanca con la efigie del rey Shalmaneser III que reinó entre los años 859 y 824 AEC.

Dos años después de su descubrimiento Taylor dona la estela al Museo Británico de Londres donde se encuentra expuesta hasta el día de hoy.

En la estela de 2,21 m. de alto y 87 cm. de ancho, sus escultores esculpieron una larga inscripción a lo largo de 156 renglones, cuyo contenido la convirtieron en una de las inscripciones asirias más famosas e importantes.

La inscripción real relata hechos destacados de los primeros seis años del reinado de Shalmaneser III hasta el año 852 AEC, cuando el ejercito asirio combatió en la zona de Kurkh a orillas del rio Tigris y fue decidido esculpir y emplazar la estela en el lugar.

Al descifrar la inscripción (en idioma acadio y escritura cuneiforme) una gran sorpresa esperaba a los estudiosos: según los escribas oficiales del rey de Asiria, en el año 853 AEC el ejercito imperial asirio con el rey a su frente conflagró en una gran batalla a campo abierto en las cercanías de la ciudad de Qarqar a orillas del río Orontes contra una gran coalición de ejércitos liderada por tres reyes.

Dos de ellos reyes arameos: “Adad-Ezer de Aram-Damasco” y “Irjuleni de Hammat”, y el tercero “Acab el israelí”. “Adad-Ezer” es sin duda quien la biblia nombra con su nombre hebraizado “Ben-Adad” el rey de Aram-Damasco y archienemigo de Acab, y he aquí los dos enemigos acérrimos combatiendo juntos contra el ejercito imperial asirio.

La inscripción detalla las fuerzas con las cuales se presentó en la batalla cada uno de los miembros de la coalición, comenzando por los tres líderes.

Adad-Ezer/Ben-Adad de Damasco aportó 20.000 combatientes de infantería y 1.200 carros de combate.

Acab se presentó al frente de 10.000 combatientes de infantería y 2.000 carros de combate.

Los carros de combate de los israelitas conformaban la mitad de todos los carros de la coalición, y de ser ese número verídico, da evidencia de la tremenda fortaleza militar y económica del reino de Israel en tiempos de Acab.

Al fin y al cabo el ejercito imperial asirio contaba con unos 4.000 carros de combate. Muchas cejas se levantaron al leer el número de carros de combate de Acab.

Los carros de combate eran en esa época la fuerza demoledora en las batallas a campo abierto.

Constituir, mantener y entrenar semejante cantidad de carros, combatientes profesionales y caballos entrenados, parecería algo exagerado, y hasta hoy existen diferentes opiniones al respecto entre los investigadores:

1. algunos piensan que se trata de un error ortográfico causado por la similitud de los signos cuneiformes para escribir los números 200 y 2.000. En el texto original decía 200 y los escultores de la estela se equivocaron y esculpieron 2.000.

2. Todos los números de la estela fueron exagerados adrede por los asirios con fines propagandísticos.

3. Otros –entre los que me incluyo– piensan que Acab no se presentó solo con el ejército de su reino, sino con el de su aliado Judá y con los ejércitos de los dos pequeños reinos de Transjordania –Moab y Edom– que eran por ese entonces vasallos, el primero de Israel y el segundo de Judá, y por lo cual estaban obligados a aportar fuerzas. Ésa fuerza conjunta puede haber contado con más de 1.000 carros, número redondeado hacia arriba a 2.000.

Cómo era de esperar, según la inscripción el ejército asirio logró una demoledora victoria y arrasó a sus enemigos. Muy expectable.

Los asirios, cómo los demás imperios de época, jamás reconocían derrotas en sus inscripciones ostentosas.

No sólo eso, sino que los hechos consiguientes demuestran exactamente lo contrario: el avance de la máquina militar expansionista asiria hacia el oeste se detuvo y los reinos israelitas y arameos se mantuvieron totalmente independientes.

Los ejércitos de la coalición lograron su objetivo y los reyes que estuvieron a su frente volvieron victoriosos a sus ciudades capitales.

Sin duda alguna la batalla de Qarqar fue un acontecimiento militar y geopolítico de gran magnitud del siglo IX.

Una de las pocas veces en que fuerzas que no son potencias mundiales se enfrentaron en batalla en campo abierto (y no en batallas de sitio) al ejército imperial asirio, y hasta lo hicieron con éxito. Indudablemente un punto cardinal en el reino de Acab y por lo tal expectable de ser relatado en el bíblico Libro de los Reyes.

¿Por qué los escribas o compiladores del Libro de los Reyes no incluyeron el relato de la batalla de Qarqar en el libro?

Según la mayoría de los estudiosos lo hicieron para no enaltecer la figura de un rey considerado el peor de los pecadores.

Por cierto debe haber razón en esto, pero veamos el cuadro completo: el Libro de los Reyes no hace alardes de relatar todos los acontecimientos de los reyes de Israel y Judá, sino que cita selectivamente de acuerdo a su criterio de dos fuentes no conservadas: el Libro de los Hechos de los Reyes de Judá y el Libro de los Hechos de los reyes de Israel, y después de citar lo que decidió citar acerca de cada rey, nos deriva a esas fuentes con una frase lacónica “y el resto de sus hechos ¿acaso no está relatado en el Libro de los Hechos de los reyes de Israel/Judá?

En el caso de Acab, a pesar de ser éste visto tan negativamente, le reconoce la virtud de haber sido un gran constructor de ciudades (1Reyes 22:39).

De haber decidido incluir en el libro la batalla de Qarqar, lo habrían hecho al principio del capítulo XXII de 1Reyes.

Ahí está el versículo clave para insertala cronológicamente: entre la segunda y tercera-última guerra con los arameos “Y pasaron tres años sin guerra entre Aram e Israel”.

La razón de esa tregua de tres años es clara: israelitas y arameos se unieron en coalición para detener al imperio Asirio que cual monstro imparable amenazaba con conquistarlos y someterlos a todos.

Después de detener la expansión asiria en la batalla de Qarqar en el 853 AEC, en el 851 vuelven a enfrentarse en Ramot-Gilead los arameos contra Israel y Judá y Acab es herido de muerte en la batalla.

¹ Ver el artículo sobre el túnel de Ezequías en éste blog acerca de la posibilidad de que una citación de éste libro se haya conservado.

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