La contribución de los rollos del Mar Muerto al estudio del Judaísmo del Segundo Templo

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El descubrimiento casual de los rollos por un beduino de la tribu de los Ta’amireh a fines del año 1947 en una de la cuevas cercanas al sitio denominado Khirbet Qumrán, ubicado en la orilla nor-occidental del Mar Muerto, ha resultado ser uno de los hallazgos arqueológicos más sensacionales, si no el mayor, de todos los acaecidos en el siglo XX

Entre 1947 y 1956 se encontraron en once cuevas de la zona aproximadamente 800 manuscritos redactados hace casi 2.000 años, en la época del Segundo Templo (538 A.C.-135 D.C.).

Desde entonces, miles de artículos y libros han tratado de descifrar los misteriosos textos, a fin de poder revelar una realidad del pasado cultural del pueblo de Israel, que era casi totalmente desconocida. 

Sin embargo, en los últimos años la importancia del descubrimiento de Qumrán se ha visto opacada por LA polémica tejida en derredor de los “intereses” políticos detrás de la publicación de los rollos, como lo ejemplifica el libro sensacionalista de Baigent y Leigh llamado El escándalo de los Rollos del Mar Muerto.

Como resultado de ello, el público ha identificado lamentablemente el tema de los rollos con engaños e historias “picantes”, en vez de percibir la real importancia del hallazgo para la comprensión del judaísmo antiguo.

Teniendo en cuenta dicha situación, el presente artículo tiene como principal propósito corregir el actual equívoco. 

En primer término, cabe señalar que hasta el descubrimiento de los rollos del Mar Muerto en las proximidades de Qumrán, la realidad histórica del judaísmo del Segundo Templo nos era conocida sólo a través de fuentes secundarias, tardías y, en muchos casos, tendenciosas, como Flavio Josefo, el Nuevo Testamento, Filón de Alejandría, la literatura pagana y rabínica.

En consecuencia, dicho hallazgo permitió a los investigadores, por primera vez en la historia, contar con documentación original escrita por judíos que vivieron en esa época, a fin de confirmar, o en algunos casos desdecir, la información obtenida a través de las fuentes clásicas. 

En cuanto al carácter del material descubierto, en Qumrán se hallaron manuscritos que se pueden dividir en tres categorías fundamentales: 

1.  Manuscritos bíblicos 

2. Literatura no-canónica 

3. Literatura sectaria. 

Se hallaron cerca de 200 manuscritos de todos los libros de la Biblia a excepción de uno, el libro de Ester.

Para entender la importancia de dicho hallazgo basta con mencionar que hasta el descubrimiento de los rollos de Qumrán, las copias más antiguas conocidas de los libros bíblicos eran las versiones medievales, como el famoso Códex Aleppo, actualmente expuesto en el Santuario del Libro en Jerusalén, escrito en el siglo X.

Gracias al nuevo hallazgo, se pudo aumentar la antigüedad de los testimonios bíblicos en nuestro poder en casi mil años.

Dicho descubrimiento ha posibilitado comparar la tradición masorética o tradicional del texto preservado por los judíos, la versión griega de la Septuaginta (LXX) y la versión samaritana del Pentateuco, con la(s) versión(es) de los manuscritos de Qumrán, y poder así entender el largo proceso de composición que llevó a la redacción del actual texto bíblico. 

A título de ejemplo, veamos el caso de la lectura ”Los hijos de Israel” en Deut. 32:8.

Según la versión tradicional hebrea, el texto es el siguiente:

“Cuando el Altísimo repartió las naciones, cuando distribuyó a los hijos de Adán, fijó las fronteras de los pueblos, según el número de los hijos de Israel”.

Sin embargo, la traducción griega de los LXX presenta una versión diferente en lugar de las palabras “los hijos de Israel”, ofrece la lectura de corte mitológico “los hijos de Dios”.

Hasta hace algunos años, los investigadores no sabían si la versión griega testimoniaba una antigua lectura hebrea o si era simplemente el fruto del traductor alejandrino.

Entre los manuscritos bíblicos descubiertos en el Mar Muerto se halló una copia del libro del Deuteronomio (4QDeut), en la cual estaban presentes las palabras “según el número de los hijos de El”, lo que pudo confirmar entonces la legitimidad y antigüedad de la lectura de la versión griega.

Más aún, dicho testimonio de Qumrán pudo asimismo clarificar el proceso textual:

  • La versión mitológica, preservada en la versión griega y en el rollo de Qumrán, había sido realmente la original;
  • La versión masorética desmitologizada la reemplazó en algún momento de la transmisión textual, seguramente con el objeto de adecuar la lectura a la concepción de la divinidad prevalente en los círculos responsables de la edición de los textos bíblicos. 

Asimismo, el descubrimiento de manuscritos bíblicos ha realizado un aporte excepcional en otros campos de estudio muy diversos, como, por ejemplo:

  • La historia de la lengua hebrea; el proceso histórico de traducción de la Biblia a otras lenguas;
  • El desarrollo de la interpretación bíblica y judía del propio texto bíblico;
  • La crítica textual, y finalmente, la crítica literaria. 

El hallazgo ha sido también significativo para el campo de la investigación de la literatura apócrifa judía.

Como se sabe, además de los libros contenidos en la Biblia hebrea, hubo muchos otros libros escritos por los judíos en la antigüedad que, por distintas razones teológicas o políticas, no fueron incluidos en el canon bíblico. 

Como consecuencia de ello, los mismos dejaron de ser copiados por los copistas y por ende fueron olvidados por los judíos.

Sin embargo, la ironía del destino hizo que algunas de estas obras judías nos fueran transmitidas por la tradición literaria cristiana, como por ejemplo los libros de Tobias, Judit, Ben Sira o Macabeos.

Y ha querido la suerte que entre los rollos fueran hallados varios de estos escritos que los grupos rabínicos tanto se habían esforzado en hacer desaparecer de la conciencia popular.

Se encontraron en Qumrán restos de manuscritos de la versión hebrea del Libro de los Jubileos, así como también de la versión aramea de Enoch, que eran conocidos sólo en su versión en etíope clásico (Ge’ez).

Pero también se encontraron testimonios de un gran número de libros cuya existencia desconocíamos, como fragmentos de obras pseudoepigráficas atribuidas a Moisés o a Ezequiel. 

A modo de ejemplo, consideremos uno de estos textos apócrifos ignorados hasta el descubrimiento de los rollos.

El manuscrito conocido bajo el nombre “Apócrifo del Génesis” (l QapGn), escrito en lengua aramea, es uno de los siete grandes textos hallados en la Cueva 1 de Qumrán.

Se trata de un comentario exegético del libro bíblico del Génesis que, según se ha establecido por métodos de datación paleográfica, fue escrito entre el 50 A.C. y el 70 D.C.

Literariamente hablando, este texto se caracteriza por el hecho de que reescribe de manera midráshica -es decir, con leyendas e historias apócrifas- distintas porciones del libro bíblico, a efectos de solucionar problemas exegéticos o adecuar el texto tradicional a las normas o concepciones propias de los judíos de la época del Segundo Templo.

Así encontramos, por ejemplo, que el padre de Israel, el patriarca Abraham, aparece configurado en el Apócrifo del Génesis como un verdadero taumaturgo que exorciza al Faraón de Egipto:

“Yo recé por (…) e impuse mis manos sobre su cabeza. La plaga fue removida de él; fue expulsado (de él el espíritu) maligno y vivió” (col. XX, 29).

Si tenemos presente que el Abraham bíblico no presenta dichos rasgos taumatúrgicos, resulta claro que dichas características fueron proyectadas por el autor del texto sobre la figura patriarcal, con el fin de que la misma reflejara, a titulo de legitimización social, las prácticas demonológicas propias de su tiempo. 

Cabe asimismo señalar, que además de los libros apócrifos del Antiguo Testamento, se hallaron en Qumrán otras muchas obras de carácter diverso desconocidas hasta ahora, como, por ejemplo, varios textos escatológicos; obras litúrgicas y poéticas; textos legales; obras sapienciales; textos astronómicos, calendarios y horóscopos. 

Finalmente, la última categoría es la correspondiente a la literatura sectaria.

Gracias al descubrimiento de Qumrán nos es conocida, por primera vez en la historia, la literatura legal, teológica y exegética original de una secta desconocida de la época del Segundo Templo.

La gran mayoría de los investigadores ha identificado este grupo con los esenios, mientras que otros los identifican con los saduceos o con los cristianos primitivos.

Sin embargo, sea cual fuere la solución de dicho misterio, de todas maneras los rollos nos han permitido adentrarnos en el complejo entramado de la realidad sectaria de los judíos a fines del período del Segundo Templo, la cual nos era hasta ahora sólo conocida a través de las fuentes clásicas, como Flavio Josefo, el Nuevo Testamento, la Mishnah o el Talmud.

Ahora, gracias a Qumrán, conocemos con mucha más precisión las ideas, creencias y filosofía de vida de judíos diferentes a los conocidos tradicionalmente, que discrepaban con sus pares acerca de distintos tópicos, como la santidad de Jerusalén, la ley judía. el calendario, etc. 

Consideremos, por ejemplo, un tema de la teología de la secta: el dualismo.

Los textos nos cuentan acerca de un grupo que no veía, aparentemente, ninguna contradicción entre la fe antigua de Israel en un solo Dios, y la creencia, de carácter dualista, en la existencia de Belial y las fuerzas del mal.

Según está escrito en la Regla de la Comunidad:

”El (es decir, Dios) creó al hombre para dominar el mundo, y puso en él dos espíritus, para que marche por ellos hasta el tiempo de su visita: son los espíritus de la verdad y de la falsedad. Del manantial de la luz provienen las generaciones de la verdad, y de la fuente de tinieblas las generaciones de falsedad. En mano del Príncipe de las Luces está el dominio sobre todos los hijos de la justicia; ellos marchan por caminos de luz. Y en mano del Angel de las Tinieblas está todo el dominio sobre los hijos de la falsedad; ellos marchan por caminos de tinieblas” (col. lll, 17-21).

Uno no puede dejar de sorprenderse ante esta peculiar interpretación del monoteísmo, ya que nunca nadie habría imaginado que judíos piadosos de esa época podrían aceptar sin reparos creencias de corte dualista. 

En síntesis, los numerosos manuscritos descubiertos en las cuevas del Mar Muerto nos permitieron comprender la magnitud de la policromía social, intelectual y religiosa existente en la sociedad judía de la época del Segundo Templo. 

Sin embargo, la importancia del descubrimiento de los rollos para la comprensión del judaísmo antiguo va mucho más allá de los límites estrechos de la arqueología o de la historia. A mi entender, el hallazgo de los manuscritos ha afectado las raíces mismas de nuestra auto-percepción de la identidad judía.

Si hasta Qumrán entendíamos el ser judío en la antigüedad según la definición milenaria del rabinismo, hoy en día dicha definición resulta parcial e incompleta.

Porque ahora sabemos, de manera clara y contundente, que todo intento de definir la riqueza espiritual del judaísmo dentro de los términos limitados del rabinismo es una desvirtuación de la realidad histórica.

El rabinismo fue sólo una de las tantas expresiones de la fe de Israel, que por ciertas circunstancias históricas, se impuso a las otras tendencias existentes.

Pero hay que tener bien claro que tanto el rabinismo como el judaísmo de Qumrán o la iglesia primitiva, tuvieron todos ellos como origen un mismo tronco común:

  • El plurivalente judaísmo del Segundo Templo. 

Y es esta conclusión acerca de la policromía del judaísmo antiguo la que debe destacarse precisamente hoy, cuando existen diversos grupos fundamentalistas judíos que, en función de sus intereses políticos o religiosos, pretenden desvirtuar esta verdad histórica, proyectando la existencia de un judaísmo “normativo” en la época antigua, a efectos de desacreditar los distintos judaísmos de la presente era. 

Por ello, entonces, debe señalarse a modo de mensaje final, que el descubrimiento de los rollos del Mar Muerto no sólo ha contribuido en lo estrictamente académico a ampliar el conocimiento histórico de la sociedad judía del Segundo Templo, sino también ha llevado a reformular necesariamente una concepción más abierta, humanista y tolerante de la identidad judía actual, legitimizando la existencia del disenso como componente visceral de la estructura social y religiosa del pueblo judío a lo largo de la historia. 

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