Finalmente, los trozos rescatados de la estela y la “facsimile” llegaron a Francia, en base a la copia de papel bastante dañada se reconstruyó la mayoría de las partes perdidas de la estela, y ésta fue publicada.
Algunas partes de la estela se perdieron para siempre porque se perdieron ambas:
1. La parte original grabada en la piedra.
2. La parte de la copia de papel donde estaba esa parte de la inscripción, es decir la parte correspondiente = paralela. La pérdida más destacable es la de un gran pedazo triangular en la esquina inferior derecha cómo podrán apreciar en las fotografías.
Cómo ampliaré en la tercera parte del artículo, muy probablemente – cual una maldita Ley de Murphy – en esa parte pérdida había información importantísima.
La publicación y los primeros estudios de la estela de Mesha ya en los años 70 del siglo XIX causaron asombro y revuelo no sólo entre los estudiosos, sino en el público en general. De repente, reyes mencionados en la Biblia aparecen ahí hablándonos con sus propias palabras sin la intermediación de copistas y compiladores. De repente ciudades bíblicas en territorios disputados entre israelitas y moabitas aparecen por sus nombres, y de repente, podemos leer el idioma moabita. De repente, historias bíblicas que parecían tan lejanas y hasta irreales, cobran forma y figura y son relatadas por sus propios héroes.
El aporte de la estela de Mesha a nuestros conocimientos es incalculable. Nombraré los más sobresalientes:
1. El conocimiento del idioma moabita. Gracias a la estela de Mesha sabemos hoy que el moabita, y al parecer también el edomita y el amonita, eran idiomas tan cercanos al hebreo bíblico (sobre todo a los dialectos de las tribus israelitas del norte), que podían interlocutar. No en vano la cosmovisión bíblica ve a los tres pueblos de Cisjordania cómo una especie de miembros de una gran familia tribal de descendientes de un padre fundador común: los edomitas descienden de Esaú el hermano de Jacob, y los moabitas y amonitas de Lot, el sobrino de Abraham.
Éstos tres pueblos no desarrollaron una escritura nacional, sino que utilizaban la escritura del vecino hegemónico de turno para escribir en su propia lengua. Tal es así que la estela de Mesha está escrita en lengua moabita, pero en escritura israelita, tomada del reino de Israel (el reino del norte).
2. La estela es una especie de fotografía o grabación del siglo IX AEC, y ésta se encaja en el relato del libro de Reyes aportando valiosísimos datos adicionales.
Antes de adentrarnos en la estela misma, les pediré que hagan aquí una pausa en la lectura, y para compenetrarnos un poco con el fondo histórico de la época, lean 1. El primer versículo del capítulo 1 del libro 2Reyes, y 2. El tercer capítulo del mismo libro. Les pediré además que acompañen la lectura con el mapa que acompaña ésta nota.
Cómo vimos en el capítulo anterior, la estela fue erigida por el rey Mesha en un lugar prominente dentro de su ciudad capital Dibón.
La razón de su erección está explícita ya en la declaración en el comienzo de la escritura: Mesha erigió la estela y un altar de sacrificios en agradecimiento a Kemósh, el dios de los moabitas mencionado ocho veces en la biblia, cómo agradecimiento a éste por haberlo liberado del yugo opresor de los reyes israelitas de la dinastía de Omrí. A propósito, Kemósh en la biblia realmente es el dios de los moabitas, pero adorado no sólo por ellos, sino también por israelitas pecadores (1Reyes 11:7, 33; 2Reyes 23:13).
La inscripción está escrita en primera persona, de tal manera que está expresada en su totalidad cómo una declaración “Yo,
Mesha hijo de Kemosh[yat] rey de Moab….”. La estilística, el lenguaje y la sintaxis remembran los de los escribas palaciales hebreos que nos legaron la base del libro de los Reyes.
La herencia cultural común resalta en cada frase de la inscripción, y la realidad geopolítica de la época se tiñe de colores reales: corría el siglo IX AEC y en el Reino de Israel gobernaba la dinastía de Omrí (882-842 AEC), la más poderosa en la historia del reino del norte, y caracterizada entre otras cosas por su alianza con el Reino de Judá (sellada con las bodas diplomáticas entre el hijo de Josafat rey de Judá y la hija de Akab el rey de Israel), y por su poderío económico y militar.
Éste poderío llevó a los reinos aliados de Israel y Judá a afianzar su hegemonía sobre los tres pequeños reinos de la Cisjordania, quienes se vieron obligados a ser vasallos, Amón y Moab de Israel, y Edóm de Judá.
En ése contexto Mesha elevó tributos a los reyes de la dinastía de Omrí. Por otro lado, éstos se vieron enfrentados en sangrientas guerras con los arameos, quienes desde el norte pujaban contra el reino de Israel por la hegemonía regional, y en una de esas guerras fue herido de muerte Akab hijo de Omrí, el más poderoso entre los cuatro reyes de la dinastía (1Reyes 22).
Ahora veamos algunos pasajes seleccionados de la inscripción. Después de presentarse, Mesha declara solemnemente que construyó una “bamá de salvación” al dios Kemósh, usando el tan conocido término bamá que figura infinidad de veces en la biblia indicando un lugar de culto al aire abierto, compuesto por un altar de sacrificios en un lugar alto, muchas veces con una piedra conmemorativa a su lado. “porque me salvó de todos los reyes …. Omrí el rey de Israel subyugó a Moab muchos días..”.
Ésta alusión a Omrí es la mención más antigua descubierta hasta hoy de un rey israelita en un documento extrabíblico. No menos interesante es la razón por la cual según Mesha los israelitas subyugaron a Moab: “porque Kemosh se enfureció con su tierra (es decir Moab)”. La misma percepción que conocemos en la biblia con los israelitas: cuando el pueblo desobedece a su dios, éste castiga al pueblo colectivamente con conquista, servidumbre o destierro. Luego nos informa Mesha que “el hijo de Omrí”, sin mencionar explícitamente su nombre, intentó continuar con ésta dominación, pero que él por la gracia de Kemosh no sólo logró librarse del yugo israelita, sino que destrozó completamente a Israel.
Si tomamos literalmente ese dato cronológico, se contradice con lo descripto en 2Reyes 3:5 donde dice que Mesha se liberó del yugo israelita después de la muerte de Akab hijo de Omrí, y no durante su reino. La solución más aceptada a la contradicción es que “el hijo de Omrí” en la estela no se refiere necesariamente al hijo, sino a uno de sus descendientes, en éste caso Ocozías, hijo de Akab y nieto de Omrí, de la misma manera que en el hebreo bíblico, un “hijo de David” puede referirse a cualquiera de los reyes de la dinastía de David. La afirmación acerca del exterminio de Israel no sorprende. Es el estilo literario acostumbrado en inscripciones monumentales en el mundo antiguo.
*Los paréntesis cuadrados [ ] encierran partes no conservadas de una escritura antigua, es decir una conjetura de los investigadores.