Un nuevo estudio del Dr. Vainstub resuelve el misterio de Qumrán

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Entre las decenas de miles de documentos que se encontraron en el siglo XIX en la Geniza de El Cairo, una colección de antiguos manuscritos hebreos, los más grandes e importantes de su clase eran dos copias de un enigmático manuscrito que fue etiquetado como el Documento de Damasco.

Se cree que este manuscrito fue escrito en el siglo X de nuestra era e incluye advertencias divinas, descripciones apocalípticas y ritos religiosos. Parte de la niebla en torno a este manuscrito se dispersó 70 años después con el hallazgo de los Rollos del Mar Muerto. Uno de los manuscritos que se encontraron en las cuevas de Qumrán fue el Documento de Damasco. En otras palabras, este texto se originó con la secta que vivía junto al Mar Muerto.

Tras la conquista y destrucción de Qumrán por los romanos, una copia del manuscrito llegó a El Cairo y allí, al parecer, se copió repetidamente durante 900 años. Este documento sirve ahora como posible solución a otro misterio: la verdadera naturaleza del sitio de Qumrán.

El lugar y los manuscritos son el centro de una prolongada discusión científica sobre la conexión del lugar con los manuscritos y la identidad de sus ocupantes. La mayoría de los investigadores identifican a los residentes de Qumrán, que vivieron allí entre el siglo I a.C. y el siglo I d.C., con la secta esenia, descrita por el historiador Josefo Flavio (Yosef Ben Matityahu).

En este argumento, parece haberse olvidado una pregunta importante que se le ocurre a todo visitante del lugar: ¿Dónde están las viviendas? Si se trataba de un asentamiento esenio permanente, ¿cómo podían tener una despensa central, grandes piscinas rituales, un cementerio y un refectorio, pero no casas? ¿Dónde vivía la gente que componía los manuscritos? ¿Y qué hay de la gente que se bañaba en las piscinas y utilizaba los mil recipientes de cerámica que se encontraron en el lugar?

A lo largo de los años, los investigadores han planteado varias posibilidades para resolver esta cuestión. La más aceptada es que los habitantes del lugar vivían en viviendas que no dejaron restos, construidas con materiales perecederos. Pudieron ser tiendas o cabañas, o tal vez vivieron en cuevas cercanas. Pero dada la magnificencia de la inversión en construcción de alta calidad en las estructuras públicas, esta solución parece algo forzada. 

¿Por qué iban a invertir en unas estructuras públicas tan gloriosas mientras vivían en tiendas o cuevas?

Un nuevo estudio publicado este mes en la revista Religions ofrece una nueva interpretación de todo el lugar. Afirma que no se trataba de una vivienda permanente de los esenios, sino del lugar de una reunión anual. “Si eras esenio estabas obligado a acudir una vez al año a esta reunión para renovar tu pacto con Dios. Para convocar a miles de personas se necesita una infraestructura, por lo que se dispone de la mayor piscina ritual del país, con una gran plaza vacía. Afirmó que esta plaza es la clave”, dice el autor del estudio, el Dr. Daniel Vainstub.

Durante una visita a Qumrán, Vainstub explica cómo interpreta el yacimiento basándose en el texto del Documento de Damasco y el documento de la Regla de la Comunidad, un manuscrito que describe las costumbres y el modo de vida de la comunidad Yahad, que la mayoría de los investigadores asocian con los esenios. Para Vainstub, la plaza situada en la parte sur del yacimiento, desprovista de edificios, es el elemento principal. Allí es donde los hombres de esta comunidad se reunían una vez al año, durante la fiesta de Shavuot. Los esenios eran una secta judía, pero no reconocían el templo de Jerusalén ni a las familias sacerdotales de esta ciudad, ni el calendario hebreo, por lo que se eximían de la peregrinación a Jerusalén. En su lugar, iban al desierto.

Teniendo esto en cuenta, se pueden entender los otros edificios que rodean la plaza por tres lados. Un lado es el cementerio, con una valla baja de piedra que lo separa de la plaza para que la impureza de los muertos no pase a la zona de reunión santificada. En otro lado está la despensa, donde se encontraron mil piezas de cerámica durante las excavaciones, “alineadas como después de un enjuague”, dice Vainstub. 

La pared de la despensa contiene una ventana baja. “En la arquitectura romana de la época nunca se encuentra una ventana tan baja. Junto a la ventana hay dos soportes, en los que se podían colocar ollas”, dice, y explica que la extraña ubicación de la ventana indica que no servía para enfriar, sino para servir comida a cientos de personas en el exterior.

Esto también explica el inusual sistema de piscinas rituales de Qumrán. Allí se encontraron dos piscinas muy grandes, entre las mayores del país, así como ocho más pequeñas, además de grandes cisternas. Una pequeña comunidad de 20 a 30 personas, por muy religiosa y pedante que sea con los ritos de pureza, no necesita tantas piscinas. Pero si se trata de un lugar de reunión anual donde cientos de personas necesitan bañarse, tiene sentido.

Esto también explica la ausencia de estructuras de vivienda y la presencia de instalaciones agrícolas, como una zona para pisar uvas. El Dr. Vainstub argumenta que unas pocas personas ocupaban el lugar de forma permanente, manteniéndolo y preparándolo para la reunión anual. Cuando llegaban cientos de personas para pasar unos días, dormían en esteras en los alrededores, razón por la cual no hay edificios para habitar.

La teoría de Vainstub puede ayudar a resolver otro misterio en Qumrán. En varios lugares se encontraron vasijas de arcilla enterradas bajo el suelo, que aparentemente contenían restos de comida. Vainstub propone que éstas contenían los restos de las comidas comunales y que su enterramiento formaba parte de los ritos que caracterizaban a la secta.

Los esenios estaban menos aislados de la sociedad general como se pensaba, ya que durante el año vivían dentro o junto a las comunidades judías regulares de todo el país, separándose sólo durante la reunión anual. Además, según el Documento de Damasco, la persona que dirigía la ceremonia debía conocer diferentes idiomas, “ya que venían de todo el país, y los judíos hablaban entonces tres lenguas: hebreo, arameo y griego”, dice Vainstub.

Este texto se publicó originalmente en inglés en el prestigioso diario Haaretz de Israel:

https://www.haaretz.com/archaeology/dead-sea-scrolls-site-mystery-solved-qumran-jerusalem-1.10155326

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