Algunas precisiones, y sobre la “conversión” de Pablo

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Sobre la “conversión” de Pablo, mi tesis es: si entendemos por “conversión” lo que un griego de la época del Apóstol, metánoia, sustantivo de metá-noéo, “cambiar de mente”, no cabe duda de que desde este punto de vista puede denominarse modernamente “conversión” al cambio de punto de vista teológico de Saulo/Pablo sobre Jesús cuando se hizo creyente fervoroso en él.

El único problema es que Pablo no utiliza para sí mismo este vocablo y, sospecho, que no le gustaría en absoluto. Habla de este cambio en Gálatas 1,15-16. Él era un judío observante, perseguidor encarnizado de los judeocristianos, y en muy poco tiempo se convirtió en ardoroso propagandista de la fe en Jesús.

Pablo  se expresa así:

Mas, cuando Aquel que me separó desde el seno de mi madre y me llamó por su gracia, tuvo a bien revelar en mí a su Hijo, para que le anunciase entre los gentiles…”

Pablo compara audazmente su “llamada” (la que provocó el cambio de mente) a la vocación de Jeremías (1,4-5):

“Entonces me fue dirigida la palabra de Yahvé en estos términos: Antes de haberte formado yo en el seno materno, te conocía, y antes que nacieses, te tenía consagrado: yo profeta de las naciones te constituí…”

Semejante atrevimiento se debe a las circunstancias en las que se compuso la carta: El motivo para escribir Gálatas fue un hecho muy doloroso para el Apóstol: esta comunidad se había dejado seducir por otros predicadores del Evangelio y se había apartado de sus enseñanzas. De 4,13 se deduce que Pablo había sido el fundador de la comunidad. 

Probablemente había establecido una serie de pequeñas comunidades domésticas en el llamado segundo viaje misionero cuando pasó por aquella región según Hch 16,6 (“Atravesaron Frigia y la región de Galacia…”). Así pues, “falsos hermanos”, “falsos predicadores de otro evangelio” y le negaban el título de apóstol. Él no pertenecía a los Doce, no era seguidor inmediato de Jesús y por tanto no era “apóstol” en sentido estricto (por cierto: éste es también el punto de visa de Lucas en los Hechos de los apóstoles)

Esos adversarios eran misioneros itinerantes judíos, cristianos, procedentes de Palestina, quizá de Jerusalén. Aunque defendían una concepción diferente del cristianismo, sus ideas debían sonar muy plausibles, ya que obtuvieron un éxito rápido entre los gálatas (1,6). Sostenían en primer lugar que el evangelio de Pablo no era de verdad “apostólico”, ya que no había conocido a Jesús. Seguramente procedería de alguna información humana, es decir, del contacto con otros cristianos que le hubieran adoctrinado erróneamente. 

Según la imagen que hemos ofrecido en tantas ocasiones sobre el Jesús de la historia, hay que confesar que estos judeocristianos defendían una teología que se acercaba mucho más a la del Jesús histórico que a la de Pablo en el punto crucial del valor que tenía la ley de Moisés como camino de salvación. 

Los recién llegados afirmaban que no había “justificación” completa si no se sumaba al bautismo cristiano el cumplimiento de la ley de Moisés.  Eran predicadores consecuentes con la sentencia de Jesús de Mt 5,17: “No penséis que he venido a abolir la ley y los Profetas. No he venido a abolirlos, sino a darles su cumplimiento. Os lo aseguro: el cielo y la tierra pasarán antes de que una i o un ápice de la Ley haya dejado de cumplirse”, y con la idea correcta a nuestro parecer de que Jesús no había roto o se había salido del marco del Antiguo Testamento.

Sobre la “conversión” de Pablo

Seguimos con el tema de la denominada “conversión” de Pablo.

El Apóstol contraataca y sostiene dos cosas:

  • Él ha sido “llamado” por Jesús para la misión especial de predicar la fe en Jesús (= la salvación ante el final del mundo). Esa llamada lo constituye en verdadero “apóstol”. Aunque pudo haber conocido a Jesús “según la carne” (2 Cor ), ello tiene una importancia secundaria frente a la “llamada” directa de Dios (y de Jesús).

El inicio de Gálatas, de 1 Corintos y de Romanos –y de las otras cartas, véanse, por favor- es revelador:

“Pablo, apóstol, no de parte de los hombres ni por mediación de hombre alguno, sino por Jesucristo y Dios Padre, que le resucitó de entre los muertos”

“Pablo, llamado a ser apóstol de Cristo Jesús por la voluntad de Dios, y Sóstenes, el hermano”

 “Pablo, apóstol por vocación, no de parte de los hombres ni por mediación de hombre alguno, sino por Jesucristo y Dios Padre, que le resucitó de entre los muertos”

  • La “llamada” (= “vocación”: latín vocatio, de vocare, “llamar”) tenía, además, como contenido una revelación: “revelar en mí a su Hijo” (Gál 1,16). ¿Qué era exactamente? Por el conjunto de la Epístola a los Gálatas, sobre todo este mismo capítulo 1, se trata sin duda Dios cómo hay que entender correctamente la figura y la misión de Jesús mesías.

Esta revelación es a él directamente (Gálatas 1,11-12: “Porque os hago saber, hermanos, que el Evangelio anunciado por mí, no es de orden humano, 12 pues yo no lo recibí ni aprendí de hombre alguno, sino por revelación de Jesucristo”) y constituye el “evangelio” que él predica, a saber, que la muerte y resurrección de Jesús mesías, entendidos como sacrificio vicario y asumidos por la fe, constituyen la salvación. Como consecuencia directa, probablemente, de otra o de la misma revelación, Pablo recibe de Dios que la ley de Moisés ha cumplido su misión. Era el “pedagogo hacia Cristo”; ahora que Jesús-Cristo  ha venido al mundo, esta Ley queda sustituida por la “ley del amor” que trae el mesías.

Pablo preferiría que en vez de “conversión” se denominara “vocación” o llamada” de Dios que lo hizo cambiar –parcialmente- de mentalidad, adoptando las ideas que acabamos de exponer sintéticamente.

Y ahora vayamos a lo esencial: ¿hubo de “convertirse” Pablo desde su judaísmo esencial a un judeocristianismo ya formado en estas ideas? Desde luego que no. Téngase en cuenta que la “conversión/llamada” de Pablo tuvo lugar poco tiempo después de la muerte de Jesús, quizás un par de años o tres. Inmediatamente fue acogido en la comunidad de Damasco y salió (¿a predicar? ¿a meditar?), también de modo inmediato, hacia Arabia. 

Si era para predicar, no le había dado tiempo evidentemente más que para aceptar los puntos de vista sobre Jesús que albergaban los judeocristianos de Damasco, que suponemos quizá “helenistas” (¿?), y por tanto parecidos a los del grupo de Esteban, cuya única fuente de información son los Hechos de los apóstoles…, libro poco fiable en ocasiones como hemos tenido ocasión de ver. De cualquier modo la teología judeocristiana estaba también en proceso de nacimiento y consolidación… pero ciertamente el Pablo maduro no se convierte a sus ideas teológicas, sino a otras muy distintas.

Y si era para meditar y reflexionar, es en ese momento donde empieza a madurar sus ideas sobre Jesús que –según los Hechos, implícitamente: al principio Pablo predica y habla como Pedro- y según sus cartas auténticas conservadas no tuvo lugar hasta el “tercer viaje misionero”…, por tanto en la tercera etapa de su vida, cuando tenía unos 50 años, o más. Fue en estos momentos cuando tuvo lugar la plasmación por escrito de su cambio de ideas respecto a la figura de Jesús, que no se corresponde en absoluto con la del Jesús histórico. ¿Cuándo se iniciaron exactamente tales ideas? No los sabemos.

Por tanto, podemos decir que Pablo no pudo “convertirse”, en estricto sentido, a ningún cristianismo plenamente formado. La teología cristiana se estaba constituyendo entonces; él mismo la estaba formando…, y desde luego él es el “responsable” de la teología que tiene hoy el cristianismo… La otra teología, la judeocristiana, murió de inanición. Empezó a declinar con el triunfo del paulinismo, y parece que en el siglo IV es ya historia.

Pablo está convencido de que él y sus convertidos a Jesús-Cristo siguen siendo verdaderos israelitas, el verdadero Israel, y que los demás judíos, que no creen en Jesús son los apóstatas de la fe judía que llega a la plenitud en su interpretación de Jesús. Él no se “convierte” a ninguna religión nueva, no piensa que está creando “religión nueva” alguna, sino llevando a su perfección y plenitud al judaísmo.

No sé si ha quedado claro mi pensamiento. Pero una cosa es cierta: no niego por empecinamiento y sesgo la “conversión” de Pablo, sino que debe entenderse bien el término y que el Apóstol prefería denominarla “llamada”, “vocación”.

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