José, Asenet y el Nuevo Testamento

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Tomado de: Piñero en “José y Asenet”, “Apócrifos del Antiguo Testamento” vol. III, pp. 280-283

Prescindiendo de meras concomitancias de vocabulario, entre la Novela de José y Asenet (probablemente del siglo I de la era común) nada extrañas en obras de carácter religioso producidas en una misma época y ambiente similar el judeocristianismo y el judaísmo helenístico (cf. JyA 1,9 con Mt 9,26; JyA 3,4 con Mt 2,10; JyA 4,2 con Ap 21,2; JyA 4,9 con Lc 2,40; JyA 8,7 con Lc 16,15; JyA 9,1 con St 5,10; JyA 12,2 con 2 Cor 4,4; JyA 12,12 con 2 Cor 4,18; JyA 15,10 con Lc 15,22; JyA 21,3 con Lc 1,32; JyA 27,8 con Jn 6,58, etc.), señalo algunos contactos más significativos que corroboran una idea muy conocida: la imposibilidad de entender el Nuevo Testamento  a partir sólo del Antiguo Testamento , es decir, sin tener en cuenta la literatura judía intertestamentaria.

Así, el sudor rojizo de la heroína en 4,11, en un trance angustioso, nos recuerda el sudor de sangre de Jesús en Lc 22,44. Quizá Lc empleara expresivamente un tópico literario para expresar gráficamente una situación de angustia extrema. El diablo, en 12,9, aparece como un feroz león que intenta devorar a Asenet. (Cf. con 1 Pe 5,8: «vuestro adversario, el diablo, rugiendo como un león, ronda buscando a quien tragarse»).

El Diablo, padre de los malvados dioses de los egipcios y protector de los paganos (12,9), nos recuerda a Jn 8,44: «vosotros tenéis por padre al diablo». Como en Mc 1,10, la aparición celeste en JyA va precedida de un «rasgarse los cielos» (14,3). Las concepciones sobre el libro de la vida, el nombre de los elegidos allí escrito y que no será borrado jamás (15,4) encuentra un claro paralelo en Ap 3,5. En JyA 25,7 se afirma que los ángeles combaten con los hombres, idea que parece desprenderse también de Mt 26,53. La regla de «no devolver mal por mal» (28,14; 23,9; 29,3) encuentra un parangón en textos como Rom 12,17; 1 Tes 5,15 y 1 Pe 3,19. En nuestra novela, el faraón profetiza sobre Asenet: «Te llamarán Hija del Altísimo», al igual que en Lc 1,76 se dice de Juan Bautista y en Lc 1,32 de Jesús. En JyA 26,2 José tranquiliza a Asenet con las palabras: «El Señor está contigo», frase que utiliza el ángel para saludar a María en Lc 1,28. Los rasgos que describen el patio donde se asienta la torre de Asenet (JyA 2,17s) son muy parecidos a algunos de los que conforman la Jerusalén celeste del Apocalipsis de Juan (21,12ss; 22,1s). Encontramos en ambos una alta muralla; construida con grandes piedras / fundamentada en piedras preciosas; hay cuatro portones / doce grandes puertas; guardadas por dieciocho jóvenes armados / custodiadas por doce ángeles; hay árboles frutales / árbol de la vida que también da frutos; un río corre por el medio y riega los árboles / fluye un río de agua viva. La similitud es bastante sorprendente y sólo se explica por la inspiración en tópicos comunes.

El contacto más interesante nos lo proporciona el cap. 8 de JyA. La conversión a Dios como un paso de las tinieblas a la luz (8,10d) nos recuerda inmediatamente la misma concepción de 1 Pe 2,9 y la conocida dicotomía johánica de luz / tinieblas. Lo mismo puede afirmarse de la oposición error / verdad de JyA 8,10e. El tránsito de la muerte a la vida (JyA 8,10f ), igualmente símbolo de la conversión, nos lleva a Jn 2,24 y 1 Jn 3,14. La renovación por el Espíritu, la plasmación por la mano de Dios y la revivificación por la vida divina, que cambian de signo el existir del prosélito, nos recuerdan inmediatamente a Heb 6,6, Rom 9,20 y Jn 6,36, entre otros textos.

El banquete cultual, que se desprende de JyA 8,5 y 8,11de, tiene una sorprendente similitud con el banquete eucarístico cristiano (cf. la narración sinóptica Lc 22,15-20 par. más 1 Cor 11,23-25). En ambos casos se come el pan de vida y se bebe una copa bendita (o de salvación). El banquete de JyA terminaba probablemente con una unción (garantía de la inmortalidad: cf. 8,5), que en el cristianismo, por el contrario, se reserva para los enfermos. Baste este detalle para rechazar una relación de parentesco inmediato entre los dos banquetes cultuales, el de nuestra novela y el del NT. Pero el paralelismo es tan sorprendente que, aun admitiendo la independencia de ambos escritos, no cabe duda de que el banquete cultual de los grupos religiosos representados por la novela y el NT proceden de un ambiente común. El premio a la participación en la comida sagrada es en ambos casos la inmortalidad. La frase de JyA 16,9 «no morirá nunca», el que coma de este panal (aquí símbolo del maná, en realidad igual al pan cultual del banquete, del que aquél es un trasunto), tiene una exacta contrapartida, en positivo y negativo, en Jn 6,50-51: «Aquí está el pan que baja del cielo, para comerlo y no morir. Yo soy el pan vivo bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre». De modo semejante, el descanso eterno que Dios ha preparado para sus elegidos ( JyA 8,11gh) es sustancialmente el mismo que las «muchas moradas» que Jesús preparará a sus discípulos ( Jn 14,1ss).

A pesar de las sorprendentes semejanzas entre JyA y el NT, no podemos hablar de un contacto literario directo entre nuestra novela y el corpus canónico cristiano, puesto que no es posible establecer una relación de dependencia literaria entre ambos, al estilo, por ejemplo, de la narración de la proeza de Benjamín en los caps. 27, 28 y 29 de JyA, forjada claramente a base de los rasgos de la lucha entre David y Goliat (1 Re 17,48-52). Basta para nuestro propósito confirmarnos en lo que decíamos al comienzo de este apartado: el ambiente religioso del que proceden JyA y el Nuevo Testamento es común, y las concepciones de ambos pueden aclararse mutuamente. No en vano el cristianismo primitivo fue en un principio un judaísmo heterodoxo. Quisiéramos señalar, por último, la posibilidad de establecer otras líneas ideológicas de comparación entre nuestro escrito y el Nuevo Testamento, como sería el respeto y el amor por los paganos que fluye de la atmósfera de la novela y que se involucra, naturalmente, con la mencionada defensa del matrimonio de José. Pero en esta introducción hemos querido hacer hincapié tan sólo en aquellos aspectos comparativos que nos suscitan la aproximación inmediata de textos semejantes.

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