Las suertes de Masada

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Sin duda alguna Masada, ese sitio tan singular, resume en sí todos los dramáticos acontecimientos acaecidos en Judea en el primer siglo de la era común, que concluyeron con la destrucción del Segundo Templo de Jerusalén a manos de los romanos.

Como tal, Masada, ese enclave erigido sobre una montaña en el desierto de Judá y reconocido cómo Patrimonio de la Humanidad por UNESCO, con el museo construido a sus pies, se ha convertido prácticamente en lugar de visita obligatoria para locales y turistas ya desde su excavación por Yigael Yadin en los años sesenta del siglo pasado.

Las excavaciones de Yadin sacaron a la luz entre otras cosas el palacio, las fortificaciones, los reservorios de agua, y los edificios administrativos levantados por Herodes (37–4 AEC).

Pero no de ellos hablaremos hoy, sino de un descubrimiento más pequeño en su tamaño físico, pero no en su importancia histórica: las suertes de Masada.

Como dijimos, la mayoría de las construcciones en Masada son herodianas, y después del reinado de Herodes la fortificación de montaña continuó sirviendo a los gobiernos de turno en Judea.

Durante la Gran Revuelta de los judíos contra los romanos (66–73 EC), un grupo de zelotes – es decir de la fracción independentista judía más militante – se apoderó del enclave, se instaló en él con sus familias, realizó en éste algunos cambios, desde él concretó ataques contra los romanos, y se preparó para un largo sitio.

Luego de la caída de Jerusalén y la destrucción por el fuego del Segundo Templo el 9 del mes hebreo de Ab (julio–agosto aproximadamente) del año 70, los rebeldes judíos continuaron resistiendo en tres enclaves: Masada, Herodion, y Maqueronte. El ejército romano asedió a Masada y ésta cayó finalmente en sus manos tres años después, en el 73 EC, el último bastión judío de la resistencia.

Acerca de la caída de Masada a manos de los romanos existe una controversia entre los estudiosos: el historiador Josefo Flavio, quien tomó parte por sí mismo en la Gran Revuelta, relata con lujo de detalles en su libro “La guerra de los judíos” (libro 7, capítulo 9) cómo los zelotes comandados por Eleazar ben-Yaír (hijo de Yaír) optaron por suicidarse colectivamente antes de caer en manos del enemigo, y cómo los soldados romanos entraron a Masada sin resistencia después del suicidio colectivo.

Según Josefo sólo sobrevivieron al suicidio dos mujeres y cinco niños, quienes relataron lo sucedido, relato que llegó a oídos de Josefo.

Parte de los estudiosos aceptan el relato de Josefo cómo reflejo de la realidad. Otros lo rechazan argumentando que Josefo jamás estuvo en Masada personalmente, y que es su interés desprestigiar a los zelotes por oponerse éstos a la dirigencia central de los judíos, a la cual respondía Josefo hasta caer en manos de los romanos.

Yadin en sus excavaciones descubrió más de 700 inscripciones, en su gran mayoría legadas por los zelotes que ocuparon el lugar. Entre las más emocionantes se encuentran pequeños fragmentos semicarbonizados de rollos de la Torá en las inmediaciones de la sinagoga.

Pero la inmensa mayoría son inscripciones en tinta sobre pequeños trozos de utensilios de arcilla quebrados a propósito para ser usados en esas anotaciones – es decir “óstracos” o “ostraca” – , que sin duda reflejan la administración estricta de funciones, alimentos y provisiones por parte de los zelotes en la fortaleza sitiada. Muchos de ellos contienen simplemente una o dos letras, otros contienen nombres de personas, y otros palabras cómo “pan” o “higos secos” seguidas de nombres de personas y números.

Pero el gran asombro de los excavadores fue al encontrar entre el edificio denominado por los arqueólogos “edificio administrativo” y el “portón del agua”, un grupo de doce pequeños óstracos conteniendo cada uno un nombre de persona o apodo, siendo una de ellas nada más ni nada menos que “ben-Yair”, así sin el nombre propio “Eleazar”, sin duda el legendario comandante de los rebeldes atrincherados de quien no era necesario especificar su nombre.

A los descubridores anonadados les era imposible desligar el inesperado descubrimiento del relato espeluznante de Josefo: según éste después de un discurso enardecido de Eleazar ben-Yaír en la sinagoga y el consiguiente asentimiento general de los presentes, se procedió al suicidio colectivo de la siguiente manera: cada jefe de familia mató a su mujer e hijos, luego los diez comandantes del lugar mataron a éstos, y ECHARON SUERTES para decidir quién de ellos mataría a sus camaradas, prendería fuego a todo y se suicidaría.

En esa época en toda la zona las suertes para elegir a alguien entre varias personas se echaban de la siguiente manera: se anotaba cada nombre en un óstraco, se metían las óstracos en una vasija, y alguien introducía en ésta su mano y extraía un óstraco.

La comparación del descubrimiento con el texto de Josefo parecía inevitable. Así lo interpretó Yadin, y la noticia del descubrimiento de las suertes que echaron los suicidados de Masada corrió como un reguero de pólvora.

Las suertes están hoy expuestas al público en el museo al pie de Masada, y son consideradas pruebas fehacientes por aquellos que aceptan el relato de Josefo cómo veraz, mientras que quienes niegan toda veracidad del relato del suicidio dan a los óstracos una explicación diferente, en una discusión que parece interminable.

Resumamos los argumentos de cada uno de los dos bandos: Aquellos que niegan veracidad al relato de Josefo argumentan que:

1. cómo vimos anteriormente, en Masada hay una gran cantidad de óstracos con nombres propios. No hay razón para separar este grupo de ellos, a pesar de que indudablemente el óstraco “ben-Yair” se refiere al líder de Masada.

2. Josefo habla de diez comandantes, y aquí se trata de doce óstracos. Los números no concuerdan.

Aquellos que aceptan la teoría de Yadin argumentan que:

1. después de un meticuloso estudio se comprobó que todos las óstracos del grupo pertenecían a una vasija original, evidentemente rota en pedacitos en un determinado momento con el propósito de escribir las suertes.

2. los epígrafos han puesto cuidado de que todos los doce óstracos fueron escritos por la misma mano.

3. los dos argumentos anteriores sumados al hecho de que uno de ellos es el comandante Eleazar ben-Yair, no sólo nos deben llevar a la evidente conclusión de que no estamos ante un mero registro administrativo, sino que es hasta posible que el mismísimo Eleazar ben-Yair fue quien escribió los óstracos de su puño y letra.

4. la diferencia numérica entre la suma de los óstracos y el relato de Josefo, es explicada de la siguiente manera: Eleazar ben-Yair no está incluido en la cuenta que nos brinda Josefo, ya que es sobreentendido. Se trata de Eleazar ben-Yair y sus diez comandantes, y a esto debe sumarse el hecho de que uno de los óstracos parece ser un intento fallido de escribir “ben-Yair” (בן יאיר), más bien que un óstraco real, y contiene sólo las tres primeras letras del nombre “ben-Y” (בן י), a causa de una pequeña y áspera elevación en el óstraco después de la tercer letra, y por lo tanto es posible que éste haya sido desechado.

5. aún considerando que haya una incongruencia en el número de las suertes, es posible que ésta se deba a la pérdida y cambio de detalles en el relato desde su inicio en boca de los sobrevivientes hasta su final en el libro de Josefo, y de todas maneras las coincidencias son tan, pero tan notables, que son necesarios argumentos más fuertes para negar el nexo.

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